La sociedad argentina se encuentra en un punto donde ya nada lo sorprende y eso provoca que ha perdido la capacidad de reacción ante distintos hechos, las injusticias entre ellas.
Algo que afecta directamente a la calidad de vida de los vecinos son los paros sorpresivos de colectivos y de trenes, fundamentalmente a los que viven en el AMBA, debido a las distancias y los tiempos que deben recorrer a diario para llegar a sus actividades donde además dependen directamente del transporte público.
No existe en el mundo moderno un caso como el argentino, donde los servicios públicos, esenciales, como el transporte (trenes y colectivos en este caso) deje a millones de usuarios plantados en sus lugares.
Todo esto es fruto de sistemas que crujen, como el cuadro tarifario de los colectivos (el Estado subsidia casi el 90%) o el sindicalismo ferroviario que se maneja como patrón de estancia.
Mientras tanto los funcionarios, miran desde sus poltronas.
Ese día de caos, el Estado convocó a una reunión de urgencia a las 11:30 horas. Se ve que previamente debían desayunar cómodamente en sus oficinas mientras los vecinos estaban varados desde las 5:30 horas de la madrugada. El desprecio hacia quien dicen defender, es indignante.
Hemos normalizado que el Estado nos tiene que pagar todos los servicios, por tanto, funcionan mal.
El dislate de la rosca política nos pasa indiferente, donde uno participa como espectador a todo tipo de traición, cambio de opinión que los hace a todos irresistibles al mínimo archivo no ya de años sino de días atrás.
El corte de rutas o calles en cualquier parte del país ya se ha incorporado a nuestra habitualidad. Las razones de los cortes son variadas, pero fundamentalmente porque no existen castigos y por esta razón, cualquiera hace lo que se le venga en ganas.
La frutilla del postre es lo que pasó la semana pasada en un barrio humilde del AMBA, cuando un ladrón intento entrar a un comercio, pero murió asfixiado al quedar atrancado en una ventana. El delincuente vivía a tres cuadras del comercio. Pero además tenía, lo que muchos jóvenes padecen hoy día, una fuerte adicción a las drogas.
Los familiares del ladrón, rompieron el comercio y amenazaron a su propietaria.
La lucha hoy es de pobres contra pobres, tal como si fuese “The Truman Show”. Hemos normalizado las adicciones, el robo, la muerte.
Podría seguir con la cantidad de vecinos robados/asaltados/maltratados por los delincuentes o la cantidad de días que los chicos no tienen clase, la falta de insumos en los hospitales, los patrulleros sin nafta y neumáticos lisos, la lentitud y arbitrariedad de la Justicia, etc.
Hemos normalizado todo lo extraordinario que sucede en la vida cotidiana y debería asombrarnos.
Vivimos el proceso de “la rana” a la cual hierven a fuego lento.
Ocurre que cuando queramos reaccionar, ya estaremos inertes.
Pedro Rossi – Director de Radio Criterio y Puntos de Vista